Ya en la etapa merovingia existía un buen número de cecas que eran controladas por condes, y si bien Carlomagno intentó centralizar la producción monetaria, no pudo llevar a cabo totalmente su propósito. La acuñación monetaria seguía siendo en teoría un derecho exclusivo del rey, pero poco a poco esta norma se fue diluyendo y, entre los siglos IX y XIV, se otorgaron en Francia concesiones reales a más de una treintena de localidades para que pudieran acuñar moneda. En la Edad Media el dinero también sirvió para comprar las famosas indulgencias.
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